Carquín es un pueblo chico. Se pueden recorrer a pie todas sus calles. Desde tiempos remotos ha sido una caleta de pescadores. El auge de la pesca que llevó al Perú en la década del setenta a ocupar uno de los primeros lugares en el mundo como país exportador de harina de pescado había colocado en este tranquilo distrito una bulliciosa maquinaria que no se detiene  las 24 horas. Pero no solo es  la inmensa fábrica de harina de pescado que llama la atención en este pueblo, si no el habérseles ocurrido construir su cementerio en la cima de un cerro. Sobre un peñón que se resiste a ser derribado por las olas del mar, y claro como buenos pescadores, ni  en la muerte quieren separarse de esa calida brisa que solo el mar les puede dar. 
Pero nada de esto incomodó tanto a los Carquineros como cuando se enteraron que habían sido elegidos por el Gobierno Nacional  para construir allí, una de las cárceles de Máxima Seguridad para reos de alta peligrosidad. Las marchas de protesta se sucedieron de inmediato. Pero nada impidió que el gobierno de Fujimori construyera el Penal en la década del noventa. Y es que los juicios sumarios de los “Jueces sin Rostros” que condenaban a tantos terroristas de pronto desbordaron los penales. Por lo que se dio la necesidad de construir nuevas cárceles y Carquín tubo que aceptar  la suya.
Laura había nacido en Carquín. Procedía de una familia de padres separados.  Cuando aún no había cumplido los ocho años se habían tenido que ir a vivir a Hualmay a  casa de sus abuelos con sus cuatro menores  hermanos. Su padre que hacía turnos de amanecida en la fábrica pesquera, un mal día volvió a casa más temprano de lo habitual  y encontró  a su hermano en la cama haciendole el amor a su mujer. Tomó un cuchillo y los corrió por todo el pueblo queriéndolos matar. Desde ese día Laura se quedó sin padre. 
En cambio Víctor era de Hualmay. Distante a unos cinco kilómetros de Carquín. Se sabe de él;  que era  asiduo concurrente a las discotecas que habían progresado en Carquín, con el auge de la pesca y con tanto dinero por derrochar. Víctor encarnaba al hijo pródigo. De familia de clase media. De crianza tradicional y de padres que se esmeran por que no les falte nada. Ellos  eran dos hermanos de padre y madre. Bien casado como decía la abuela. Martha hermana de Víctor estudia el tercer año de la carrera de derecho. Había ingresado a la universidad ni bien terminó el secundario. Ambos habían estudiado en el colegio privado de los Hermanos Maristas. Pero Víctor abandonó los estudios al segundo año de cursar, por lo que ha insistencia de los padres se anotó  dos años mas tarde, en otro instituto de educación terciaria. Donde tubo  que terminar la secundaría y luego continuar estudiando una carrera con salida laboral la misma que había vuelto a abandonar meses antes de producido su desgracia.
Víctor conoció a Laura en una noche de juerga. Cuando ella aún no había cumplido los catorce. Él también iba a todos lados con el Tufa. A quien habían detenido en reiteradas  veces por la venta de cocaína. Víctor  recorría las discotecas que quedan a orillas de la playa  cobrando la concesión por la venta de licores. Un negocio que tenía su padre y que él  gustosamente se encargaba de realizar los fines de semana. Siempre terminaba su  recorrido en “La Ola Marina” una discoteca de mala muerte que quedaba al final de la avenida, antes de llegar al muelle. Donde dejaban ingresar a menores de edad. Esa noche se encontraba repleto. Entre esa multitud  vio por primera vez a Laura. Una espigada morocha que se contorneaba al compás de los “Latín Brothers” en medio de un grupo de chicas que bailaban a su alrededor. El cuerpo de Laura a primera vista sobresalía de las demás. Su pequeña cintura ajustaba una minifalda  que  apretaban  unas grandes caderas que delineaban una figura que no correspondían a los trece años que aún tenía. Ni bien la vio se enamoró de ella. Bastaron unos tragos y mucho baile para que Laura terminara revolcándose bajo el muelle. Sobre la arena de la playa, borracha de amor por Víctor. Él nunca olvidará aquella noche. Desde aquel día siempre se buscaron. 
Entre idas y venidas. Convivió con Laura. Y es que la familia de ambos nunca aceptó esa  relación. Se podría decir que Víctor había sido  un chico tranquilo como cualquier otro. Hasta aquella fatídica noche en que asesinó de varios tiros a la mujer que le había dado una  hija. Fue la única hija que tuvo luego de un cuarto embarazo. Los primeros lo pudieron evitar a punta de pastillas. Pero al cuarto embarazo ya iba por la quinta semana y las pastillas no le hacían bajar nada. Se había peleado con él como tantas otras veces. Y Víctor no le daba el dinero para hacerse el “bajón”. Ella lo maldijo en mil idiomas. Por que Víctor le quería cagar la vida. No quería ser madre. Aún quería divertirse. Era una mocosa le había dicho su  madre. Pero al no conseguir el dinero Laura no tuvo más remedio que quedarse embarazada. Y así nació Araceli cuando ella tenía catorce años. 
Se podría decir que Víctor fue aceptado al principio en casa de Laura. Los abuelos de ella lo veían como un buen partido. El era un blanco apuesto a quien el físico culturismo a sus 17 años había moldeado una buena musculatura. Era de familia pudiente como se dice. Aunque  nunca le gustaron los estudios y mucho menos trabajar. 
En cambio a Laura  nunca la vieron con buenos ojos. Ya desde el primer día que  él la llevó a casa de sus padres, la hicieron entrar por la puerta trasera. Su madre le  había dicho que tenía visita esa tarde. Esto por supuesto  no le  importó a Víctor, que derecho  la  enrumbó para su cuarto y no salieron de allí hasta que le fueron a llamar para la cena.
Al ver que estas escenas se empezaron a repetir por las tardes.  La madre de él puso las reglas. Le dijo;  si quieres tener mujer tendrás  que trabajar. Para entonces ya había abandonado los estudios secundarios y Víctor estaba en nada. No quería trabajar ni en el negocio de su padre. Por lo  que se buscó un  empleo de acuerdo a él. Había cumplido los 18 cuando lo aceptaron de Guachimán en el mismo gimnasio a donde concurría. Fue allí donde le dieron un arma para dar seguridad en la puerta del local.
En cambio Laura estaba incursionando por las arenas peligrosas de la política. La casa de sus abuelos quedaba a un costado del  municipio del pueblo, frente a la plaza. Donde veía izar  los domingos la bandera sobre el mástil, al centro de la plaza. 
La madre de Laura había  instalado un pequeño negocio de venta de comidas en su casa. Donde concurrían los regidores y algunos concejales a almorzar. Laura tenía una hermana un año menor que ella, se llamaba Iris. Iris no solo era su media hermana si no también su prima hermana. Había resultado hija de su tío. La madre de Laura estaba nuevamente  embarazada. Ella decía que era feliz aunque no tenga marido y las malas lenguas aseguraban que el hijo que esperaba esta vez  era de un regidor. Al año de instalado el negocio había progresado rápidamente. La madre de Laura cocinaba y Atendían Laura con su hermana. Solía decir que eran los ricos guisos que preparaba los que  atraía a sus comensales. Era su sazón y no el calzón como decían las malas lenguas lo que atrapaba a sus clientes. Pero el lugar por  las noches se convertía en una chingana de venta de licor. De donde las mujeres sacaban a sus maridos borrachos. Aunque todo esto era mentira aseguraba la madre de Laura. Era la pura envidia de la gente que no tenía  de  que hablar. Lo cierto era que el lugar no contaba con ninguna habilitación ni para la venta de comida ni para la venta de licor. 
Esto por cierto que ha Víctor poco le gustaba aunque él también era un comensal mas. Ya varias veces se había agarrado a trompadas con Laura. Le venía exigiendo que no se pusiera esa minifalda que a Laura tanto le gustaba. Que según sus comensales cuando ella se agachaba hasta las amígdalas mostraba. No te puedes vestir de otra manera le había dicho o también quieres ser puta como tu madre le había gritado muchas veces en delante de los comensales. Aunque esto le significó  muchas veces quedarse sin su ración de almuerzo. 
Pero Laura había resultado más rápida que su madre. Quienes  la vieron sirviendo comida en ese local  se sorprendieron cuando de pronto la encontraron haciendo de secretaria de uno de los regidores. Por supuesto que ya no vestía con esa musculosa que  mostraba  sus encantos ni la apretada minifalda que tanto le gustaba. Ahora vestía más recatada aunque no había abandonado del todo las faldas cortas. Hasta Víctor se sorprendió cuando le dijo que iba trabajar en el municipio. Si no tienes ni la secundaria le había dicho. A lo que ella contesto con una sonrisa diciendo que esto no había sido necesario. 
La cosa venía mal  para Víctor. Con su nuevo empleo Laura ya casi ni pelota que le daba. Las únicas veces que podía verla era cuando iba a su casa por las noches para ver a su hija. Auque esas veces solo eran para pelearse si la encontraba. Él siempre le recriminaba por algo. Pero ella siempre negaba todo. Eran puros chismes decía. Y terminaban a las trompadas. Los abuelos de ella ya no le miraban bien. Primero les habían negado que baya almorzar. Luego ni le querían permitir que viera a su hija. Él  había acusado a esa familia de ser una manga de alcahuetes. Esto indignó mucho a la familia que no le permitieron entrar más a la casa.
Laura hacia dos años que había dejado las discotecas de mala muerte, ahora se mostraba alegremente en los Night Club de la ciudad  acompañada casi siempre de regidores o de gente importante. En cambio Víctor se había quedado con su empleo de Guachimán. Y continuaba como siempre los fines de semana recorriendo discotecas de mala muerte.
Aquella fatídica noche Víctor tenía franco. Había empezado a beber desde muy temprano. Era sábado y había estado desde  la tarde con el Tufa. En los pueblos del interior aún se acostumbran celebrar las festividades patronales con bombardas y cohetecillos desde la noche anterior. Los primeros disparos que Víctor hiciera sobre Laura aquella noche. La gente lo sintió como parte de los cohetes que se suelen tirar al aire para anunciar la llegada de las fiestas Patronales. Nadie salió de sus casas cuando sonaron en la noche los primeros tiros sobre la esquina de la plaza. Pero los hechos no se habían iniciado ahí.
Víctor había acudido enloquecido con una pistola  al Hotel los Pinos. Un hotel para amantes furtivos que queda en plena ciudad. Él se encontraba en Carquín cuando una llamada al celular le había alertado que su mujer en ese instante entraba con uno de los regidores. Transcurrieron  17 minutos desde que sonó el celular hasta que llegó al hotel. Eran las ocho de la noche. Pero cuando llegó ya no los encontró. El encargado que ya los conocía les había alertado y los amantes habían huido rápidamente por una puerta trasera. 
Quienes lo vieron cuenta que estaba sacado. Tenía los ojos desorbitados. Había abierto todas las puertas del hotel a punta de patadas pero no izo ningún disparo. Los parroquianos que se encontraban en el lugar salían despavoridos al verlos apuntar  con el arma. Volvió al auto y  dicen quienes lo vieron que  lloró desconsoladamente dentro de él. Al ver llegar a la policía partió raudamente del lugar. Entonces se le ocurrió volver a su casa y enrumbó hacia allá. La casa de Víctor quedaba a dos cuadras de la plaza donde vivía su mujer. Necesariamente debía de pasar por allí. Quiso ir a ver a su hija. Pero se quedo en la esquina de la plaza,  pensando dentro del auto. Había perdido la noción del tiempo, no supo cuanto  permaneció allí. Asta que vio a Laura descender de un taxi y caminar por  la plaza. Fue en ese momento que se bajo del auto y empezó a disparar. Uno de los primeros tiros le impactó en una de  las piernas como después determinarían las pericias policiales. Así herida ella  logró  verlo. Entonces intentó cruzar la plaza y llegar a su casa. Pero solo  llegó hasta al mástil  al centro de la plaza cuando Víctor la alcanzó. Enloquecido de cólera vació sobre su rostro todos los tiros que le quedaban. Ella habría intentado inocentemente cubrirse el rostro con las manos cuando él empezó a disparar. Todo sucedió así de rápido como fue la vida de Laura. Era casi la media noche cuando llegó la policía y lo encontró abrazado sobre el cuerpo de ella en medio de la plaza. Los disparos le habían desfigurado el rostro. Extrañamente él también  tenía un impacto de bala sobre la pierna, a la altura de la rodilla. Había sido el rebote de uno de los disparos que impactó sobre el mástil y alcanzó herirle. Como más tarde las pericias policiales  lo confirmaran. 
Así terminó sus días Laura a los 19 años. Ambos  fueron a parar a Carquín. La madre de ella quiso que fuera enterrada en ese cementerio. Y Víctor fue a cumplir una condena de 25 años en ese penal. Araceli la hija de ambos quedó a los cinco años sin padre ni madre. Con unos abuelos que aún se disputan la tenencia.
CASN
BS. AS.
ARG. - 2008.
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